La cerveza no es tan culpable
Revista QUO
Autora: Marian Benito
Autora: Marian Benito
Tanta lata
con la “tripa cervecera” (hay quien prefiere llamarla “curva de la
felicidad”), y ahora la ciencia cae en la cuenta de que no existe cinta
métrica que logre vincular la circunferencia de la barriga con los
gramos de felicidad acumulada o litros de cerveza ingeridos. Ni la
cerveza engorda tanto como se cree, ni la tripa es la despensa de la
bonanza, aunque puede que en este peculiar algoritmo cerveza y felicidad
casen bastante mejor.
La birra es social
Apetecible,
accesible y con una variedad casi infinita de matices en tonalidades,
sabores y sensaciones visuales y olfativas… No hay momento que se
resista a calarlo en cerveza. Difícilmente se puede ya rebatir que se
haya convertido en seña de identidad de cualquier encuentro y de las
relaciones sociales y amistosas. Tomar cañas con los amigos es un placer
irrenunciable. En el País Vasco, el 64% de la población se va de cañas
después de hacer ejercicio, según una encuesta realizada por Cerveceros
de España. ¿Hay mejor modo de rehidratarse y evitar las temidas
agujetas?
A
fin de cuentas, una tapa de banderillas y una cañita no suman más que
102 kcal. Si el acompañante es un pincho de tortilla de patatas, se
convierte en una suculenta fuente de nutrientes, como proteínas,
minerales y vitaminas.
“Tapeo
y cerveza conforman un tándem inseparable, aunque también aumenta el
número de consumidores que se decanta por la cerveza para acompañar su
comida o cena, y los que demandan otros tipos de cerveza y
especialidades Premium”, dice Jacobo Olalla Marañón, director de
Cerveceros de España. Una cerveza incita a la charla, a compartir y a
disfrutar de la riqueza gastronómica de nuestro país: tortilla de
patata, pan con tomate y jamón, calamares, paella… En España, está
ligada al estilo de vida mediterráneo y a la dieta a la cual da nombre.
En
dosis moderadas (una o dos diarias) y en un contexto de alimentación
sana y ejercicio físico regular, no provoca aumento de peso, ni de masa
corporal, según concluye el estudio nutricional e inmunológico Consumo
moderado de cerveza, dirigido por la doctora Ascensión Marcos, del
Instituto del Frío del CSIC: “Esta, como otras bebidas fermentadas,
ejerce algunos beneficios sobre nuestra salud cardiovascular, sobre todo
por su alto contenido en antioxidantes, y también sobre nuestra
respuesta inmunitaria contra patógenos externos”.
Lo
corrobora también una investigación realizada con casi 2.000 hombres y
mujeres de 25 a 64 años en la República Checa, publicado en European
Journal of Clinical Nutrition: “No existe relación entre la cerveza
tomada con moderación y el tamaño de la barriga de su consumidor”.
A
la misma conclusión llega un estudio difundido por el Colegio Oficial
de Médicos de Asturias, que relaciona el modelo de hombre y mujer con
vientres colmados más con la cultura anglosajona, donde el consumo de
cerveza y la comida rica en grasas saturadas se da en cantidades
extremas. Y esto es lo peor: “Igual que el pan, la cerveza es un hidrato
de carbono de asimilación media, y si no lo quemamos, nuestro cuerpo lo
almacena en forma de grasa. Es fresquita y, sobre todo en verano, se
bebe con muchísima facilidad. A poco que nos descuidemos, hemos
consumido una cantidad alta”, explica Rubén Bravo, especialista en
nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO)”.
La grasa es cuestión de sexos.
Llegados
hasta este punto, a más de uno se le habrá desmoronado el pretexto para
su mimada barriga, tan preciada para quien la lleva como inquietante
para los médicos, porque lo que de verdad envuelve no es alcohol o
bonanza, sino grasa visceral. Lo demás, puro eufemismo.
Cuando
la barriguilla empieza a acusar la dichosa curva, no merece otro
nombre, como advierte el doctor Bravo, que el de “curva de la
mortalidad”, rebosante de muchos riesgos y pocas alegrías: “Infarto
cerebral y de miocardio, diabetes tipo 2, disfunción eréctil, hernia de
hiato, hígado graso, menor capacidad respiratoria, problemas de vesícula
y aumento del ácido úrico y del colesterol… ¿Curva de qué? No encuentro
mucha felicidad en estos datos”, afirma el experto.
Ni
siquiera hay un atisbo de buen ánimo, puesto que esta grasa viril
provoca un aumento de la hormona del estrés, el cortisol, al tiempo que
debilita las endorfinas, que son precisamente las hormonas que facilitan
la sensación de bienestar.
¿Pero
por qué hombres y mujeres acumulamos la grasa de manera diferente?
Nuestro tejido adiposo es distinto genéticamente. Un estudio dirigido
por la profesora Deborah Clegg, del Southwestern Medical Center, indica
que el tejido graso en el caso de los hombres se dirige a sus entrañas,
mientras que las mujeres, por indicación de sus hormonas femeninas, lo
llevan a su trasero, muslos y caderas. De hecho, la llegada de la
menopausia hace que el depósito de grasa se vuelva más masculino, lo
cual tampoco es demasiado consuelo.
“Pero
no toda esa barriga generada por la mala alimentación y el sedentarismo
representa un acúmulo de grasa exclusivamente. Más de la mitad es
abdomen globuloso, provocado por el empuje de las asas intestinales ante
una pared abdominal débil”, explica el cirujano estético Nazario Yuste
Grondona. Y es precisamente esa falta de fuerza de la musculatura la que
resulta incapaz de oponer resistencia al crecimiento de la tripa.
También
se ha descubierto el gen que genera grasa próxima a los órganos vitales
en individuos de apariencia delgada, con menor cantidad de grasa
subcutánea, pero no visceral. En una investigación en la que han
colaborado el CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid, se detectó que
los individuos con una variante en el gen IRS1 podrían tener mermada su
capacidad de almacenar grasa subcutánea. Esto provocaría que se
dirigiera al tejido adiposo visceral y que los ácidos grasos fueran
liberados al torrente sanguíneo. Y con ello, que se fueran acumulando en
el hígado y en otros órganos”.
Al
menos, aún nos queda el alivio de disfrutar de una buena cerveza, que
deja a cada sorbo esa huella de espuma, unas veces fugaz, otras
persistente.